lunes, 2 de mayo de 2016

Volver a leer

Reconozco que soy una de aquellas personas cuya pasión por la lectura se ha ido desvaneciendo hasta, en algunas ocasiones, llegar a desaparecer de mi vida. 

Desgraciadamente, puedo decir que esto me sucede por aquella obligación que nos otorgaban los profesores de leer libros completamente infumables, aburridos…

¿Por qué me dispongo a hacer esta declaración?

Bien, recientemente he tenido la suerte de leer un libro que refleja y trata exactamente este tema.

Se trata de un breve ensayo, que plasma ideas más allá y de fácil lectura. Para su mejor entendimiento, es necesario abrir la mente y dejar que la lectura te lleve.

Ficha técnica:
Portada
- Autor: Daniel Pennac
- Título: Como una novela
- Editorial: Anagrama

El autor, desde el primer momento, comparte que la lectura posee un gran número de enemigo; personas que la odian y la rechazan. Esto se debe a que, con el desarrollo del tiempo y la evolución de las tecnologías, la televisión, el ordenador, los teléfonos móviles y demás cachivaches, son la nueva competencia contra un libro. Se está perdiendo eso de, en los tiempos libres, coger un libro, desconectar de la realidad, ver más allá y dejarse llevar durante horas entre las letras. Horas que parecen minutos. Ya nada es igual. Nada es como antes. La gente ya no está dispuesta a liberar su mente.

Se había convertido en su ángel recíproco: un lector. Sin él, su mundo no existía. Sin ellos, él permanecía atrapado en el espesor del propio. Así descubrió la paradójica virtud de la lectura que consiste en abstraernos del mundo para encontrarle un sentido. De esos viajes, volvía mudo. Era la mañana y había otras cosas que hacer. A decir verdad, no intentábamos saber lo que había obtenido allí. Él, inocentemente, cultivaba este misterio. Era, como se dice, su universo. Sus relaciones privadas con Blancanieves o con cualquiera de los siete enanitos pertenecían al orden de la intimidad, que obliga al secreto. ¡Gran placer del lector, este silencio de después de la lectura! Sí, le enseñamos todo acerca del libro. Abrimos formidablemente su apetito de lector. ¡Hasta el punto, acordaos, hasta el punto de que tenía prisa por aprender a leer!”.

A medida que va pasando el libro, el autor desvela ciertas claves para reiniciar con la lectura. Volver a tener contactos con los libros. Con esa realidad paralela a la nuestra que muchos, hemos dejado de un lado por un motivo u otro.

Sin enrollarme más, os diré que la primera clave y más importante que menciona el autor es el amor por la lectura. Para llegar a ese amor, hay que buscar el placer. Placer de leer. Placer de disfrutar. Placer de desaparecer y encontrarte en ti mismo.

Seamos justos: no se nos ocurrió inmediatamente imponerle la lectura como deber. En un primer momento sólo pensamos en su placer. Sus primeros años nos llevaron al estado de gracia. El arrobamiento absoluto delante de aquella vida nueva nos otorgó una suerte de talento. Por él, nos convertimos en narradores. Desde su iniciación en el lenguaje, le contamos historias. Era una cualidad que no conocíamos en nosotros. Su placer nos inspiraba. Su dicha nos daba aliento. Por él, multiplicamos los personajes, encadenamos los episodios, ingeniamos nuevas trampas... Igual que el viejo Tolkien a sus nietos, le inventamos un mundo. En la frontera del día y de la noche, nos convertimos en su novelista. Si no tuvimos ese talento, si le contamos las historias de los demás, e incluso bastante mal, buscando nuestras palabras, deformando los nombres propios, confundiendo los episodios, juntando el comienzo de un cuento con el final de otro, no tiene importancia... E incluso si no contamos nada en absoluto, incluso si nos limitamos a leer en voz alta, éramos su novelista, el narrador único, por quien, todas las noches, se metía en los pijamas del sueño antes de fundirse debajo de las sábanas de la noche. Más aún, éramos el Libro. Acordaos de aquella intimidad, tan poco comparable. ¡Cómo nos gustaba asustarle por el puro placer de consolarle! ¡Y cómo nos reclamaba ese susto! Tan poco ingenuo, ya, y sin embargo temblando de pies a cabeza. Un auténtico lector, en suma. Ésa era la pareja que formábamos entonces, él el lector, ¡oh, qué pillo!, y nosotros el libro, ¡oh, qué cómplice!”.

Así pues, este profesor pedagogo y autor, Daniel Pennac, se compromete a devolvernos ese placer que sentíamos cuando nos leían esos cuentos que nos contaban en la cama o cuando nuestro maestro, en la hora del cuento, nos leía los diferentes relatos. Aquellos momentos en los que nuestra mayor reacción era quedarnos boquiabiertos, sin parpadear y con ganas de saber el final cuanto antes y  esas ganas de que nos volvieran a contar el mismo cuento una y otra vez.

Nadie se cura de esta metamorfosis. Nadie sale indemne de semejante viaje. Por inhibida que sea, cualquier lectura está presidida por el placer de leer; y, por su misma naturaleza -este goce de alquimista-, el placer de leer no teme a la imagen, ni siquiera a la televisiva, aun cuando se presente bajo forma de avalancha diaria. Pero si el placer de leer se ha perdido (si, como se dice, a mi hijo, a mi hija, a la juventud, no les gusta leer), no está muy lejos. Sólo se ha extraviado. Es fácil de recuperar. Claro que hay que saber por qué caminos buscado, y, para ello, enumerar unas cuantas verdades que no guardan ninguna relación con los efectos de la modernidad sobre la juventud. Unas cuantas verdades que sólo se refieren a nosotros... A nosotros, que afirmamos que «amamos la lectura», y que pretendemos hacer compartir este amor”.

Para finalizar gran obra de arte, el autor, sin duda alguna y seguro de sí mismo, expone que es muy complicado inculcar el placer y el amor por la lectura en la escuela tal y como está actualmente organizada.

Los libros no han sido escritos para que mi hijo, mi hija, la juventud, los comente, sino para que, si el corazón se lo dice, los lean. Nuestro saber, nuestra escolaridad, nuestra carrera, nuestra vida social son una cosa. Nuestra intimidad de lector y nuestra cultura otra. Hay que fabricar bachilleres, licenciados, catedráticos, la sociedad lo pide, y es algo que no se discute…, pero es mucho más esencial abrir todas las páginas de todos los libros”.

Como conclusión, en primer lugar tengo que decir que este libro me ha encantado. Me ha hecho introducirme en aquel mundo paralelo que hace unos años dejé abandonado. Me ha motivado a volver allí, encontrarme con sensaciones pasadas y revivir recuerdos que en su momento me marcaron.

Es un ensayo con el que me he sentido identificada en todo momento. Desde que menciona que ya no se lee porque estamos ocupados perdiendo el tiempo con cosas “insignificantes”, hasta que la escuela no está bien organizada de tal manera que se pueda inculcar a los alumnos de una forma adecuada el amor por la lectura; pasando por buscar y encontrarte con el placer que te provoca el hallar un libro con el que poder disfrutar.

Recomiendo este libro principalmente a aquellas personas que están o han pasado por la misma situación que yo. Ha sido un libro que me ha devuelto las ganas de volver a leer. La intención del autor se ha visto totalmente reflejada en mí y ha hecho su función. Yo pretendo que volváis a sentir lo mismo que sentíais en aquellos momentos cuando la lectura se volvía en desconexión de la realidad y entrada en el mundo de la imaginación.


Sin duda alguna, me quedo con la frase: “¡Qué pedagogos éramos cuando no estábamos preocupados por la pedagogía!”

2 comentarios:

  1. ¿En serio te has leído Como una novela? Pues no sabes cuánto me alegro de que te hayas animado a leerlo y de que te haya servido para identificarte y revivir tu gusto por la lectura.
    Te anoto la actividad como voluntaria.

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  2. Y tan en serio. Creo que es un libro digno de leer, sobre todo, si te encuentras en la situación de haber abandonado la lectura.

    De verdad, estoy encantada con este libro y me alegro un montón de haber tenido la oportunidad de leerlo.

    Muchas gracias por subirlo, Irune.

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